Recientemente, el presidente de México ha estado atacando a la clase media, acusándola de aspiracional, de egoísta, de querer salir adelante a toda costa, y que están a favor de la corrupción, luego de que en las elecciones se demostrara que este sector de la población no necesariamente refrendó su apoyo hacia su liderazgo y partido.
La mejora económica debería estar presente en la mente de todos para que cada persona conforme a sus capacidades y aportes con el mercado, y estando en condiciones de igualdad jurídica, pueda escoger cómo utilizar sus recursos para mejorar su situación actual.

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Es altamente deseable que busquemos que nuestros descendientes y nosotros mismos vivan mejor a como estamos actualmente, además de que esta mejora sea generalizada para otros.
Para que esto sea posible, es necesario contar con derechos de propiedad definidos de forma eficiente, protegidos de cualquier arbitrariedad, y que además los gobiernos aseguren la competencia en los mercados vigilando el cumplimiento de los contratos. Esto es indispensable para generar riqueza y prosperidad, haciendo que luego los ingresos aumenten.
La mejora intergeneracional es una realidad si comparamos a la generación baby boomer con la generación Z: baste con señalar el acceso de drenaje, carreteras, educación pública, el avance de la tecnología, o la apertura comercial de los 90.

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Las situaciones particulares pueden variar, pero por supuesto que hay mucha menos pobreza que en 1940. Incluso podemos comparar las perspectivas del año 2000, cuando éramos 98.9 millones de México, y el actual presidente de México dijo que había 70 millones de pobres (en su toma de protesta como jefe de gobierno y en el debate contra Diego Fernández de Cevallos), contra el 2018, cuando teniendo una población de 126 millones de personas, el presidente dijo en su campaña que hay 50 millones de pobres en México. Es decir, suponiendo que las cifras del hoy presidente son verdad, habríamos pasado de 70.78% de pobreza en México en el 2000, contra 39.68% en 2018.
En el caso de quienes viven en condiciones de precariedad, no deberíamos, como dice el discurso del poder, señalar que ser aspiracional es solo cuestión de las clases medias. Ni tampoco deberíamos decir, como dice el presidente, que este sector debe ser tratado como mascotas, perritos y gatitos (sic) que están imposibilitados para valerse por sí mismos, y por tanto, deben recibir transferencias de recursos gubernamentales.
Las transferencias no resuelven los problemas de pobreza: aunque son un alivio en el corto plazo, generan incentivos para mantenerse en ese estado: el indicador de éxito no es cuánta gente dejó de recibir subsidios, sino que se busca afiliar a más personas para maximizar los votos.
