La primera vez que tuve que ir al SAT iba con terror por todas las cosas que había escuchado: “te van a multar”, “se van a quedar con tus ingresos a partir de ahora” y otras frases parecidas.
Sin embargo, como estaba a punto de empezar a trabajar como freelance, tenía que ir a tramitar mi e.firma. Esta firma electrónica sirve para poder emitir facturas por tus servicios profesionales.
Así que con miedo y todo, saqué una cita por internet desde la página oficial del SAT y acudí en la fecha indicada. Llevaba todos mis documentos: INE, CURP y comprobante de domicilio; y una memoria USB.
Éstos son los requisitos para tramitar la e.firma | Foto: Unsplash
Éstos son los requisitos para tramitar la e.firma. En fin, pasé a las oficinas, cuya fila avanza bastante rápido y cuando llegó mi turno pasé a uno de los escritorios.
Les dije que necesitaba mi e.firma para trabajar como freelance. Así que me dieron de alta en el régimen fiscal de Servicios Profesionales y me pidieron mis papeles y la memoria USB para entregarme el archivo digital que contiene la firma electrónica.
A partir de ese momento no todo funcionó como esperaba. La persona que me atendió me dijo que mi USB no servía, que saliera a comprar otra a los puestos ambulantes de afuera.
Me dieron de alta en el régimen fiscal de Servicios Profesionales | Foto: Unsplash
Después supe que a muchos les dijeron lo mismo, por lo cual sospechamos que los vendedores tienen un trato con los oficinistas, aunque todo quedó en una mera suposición.
Luego volví y la nueva memoria funcionó correctamente. Aunque la anterior también funcionaba, alcancé a escuchar el sonido de la computadora cuando identifica un nuevo dispositivo…
Pero bueno, el trámite no tardó mucho, fueron máximo 10 minutos: me entregaron la e.firma en la memoria y me dieron un sermón que se sintió como un regaño.
El trámite en el SAT no tardó más de 10 minutos | Foto: Unsplash
“A partir de ahora tienes que hacer tu declaración mensual. Nadie la va a hacer por ti así que es mejor que cumplas con tus obligaciones fiscales”.
Mientras la persona que me atendió decía eso, me apuntaba con el dedo. Por eso digo que fue como un regaño, pues se sintió bastante intimidante.
No obstante, cabe aclarar que el trámite se llevó a cabo de manera correcta y no tuve mayores inconvenientes. Salí de las oficinas y di un respiro, el SAT no era el monstruo que yo esperaba.
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