Hace un par de años, en 2018, cuando la pandemia aún no se asomaba por el horizonte, asistí al Vive Latino. Iba muy emocionado porque era la primera vez que tendría la oportunidad de escuchar en un festival de música a una de mis bandas favoritas: Gorillaz.
Vale mencionar que Damon Albarn, el vocalista, y compañía no se presentaban en México desde 2002, así que habían pasado 16 años sin que pisaran el territorio nacional para cantar sus mejores canciones.
Esto, por supuesto, provocó que yo no fuera el único emocionado. El Foro Sol se llenó a tope y las personas perdieron los estribos, en el buen sentido de la expresión, ante la euforia generada por la música de Gorillaz.
Asistí a la presentación de Gorillaz en el Vive Latino 2018 y me robaron el celular | Foto: Wikimedia Commons
No obstante, entre saltos, gritos, chavos, rucos y chavorrucos, la experiencia fue una de las mejores que he podido experimentar en un festival de música.
En fin, terminaron de tocar y la gente se dispersó poco a poco. Yo me dirigí hacia la zona de sanitarios y entonces ocurrió algo extraño: a pesar de que el tumulto ya había pasado, se podía observar que en la entrada de los baños había un numeroso grupo de personas que avanzaban entre empujones: una especie de estampida humana que se aglomeraba y se disolvía una y otra vez.
Para mi mala suerte, cuando me di cuenta de esto otro grupo de personas se abalanzó sobre mí y comenzó a empujarme: ocurrió lo mismo que les había pasado a los que caminaban cerca de la zona mencionada.
Así operan los delincuentes que se dedican al robo de celulares | Foto: Unsplash
Cuando la multitud se disolvió, yo pude dar un respiro, pero mi celular ya no estaba en mi bolsillo. Este modus operandi es una característica distintiva de los ladrones de celulares.
No solo en un festival de música: en el Metro, en el estadio o en cualquier sitio que reúna muchas personas al mismo tiempo, los delincuentes se aprovechan de la situación para despojar a las personas de sus pertenencias.
La lección que aprendí es que uno debe permanecer alerta en todo momento y, de ser posible, tomarse un momento hasta que la multitud se disuelva; o bien, resguardar los objetos de valor en un lugar que sea completamente inaccesible para los rufianes: los bolsillos interiores de tu chamarra, una canturrea o incluso tu ropa interior, en ocasiones extremas.
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